Hoy ando con ganas de escribir...

Tallado bajo Por Usul

La música acompaña cada momento de mi vida, desde la ducha matutina hasta los últimos vestigios de conciencia nocturna. Pero cuando estoy enojado conmigo mismo, como hoy, también me vuelvo algo melancólico, y al tratar de potenciar estos sentimientos con música, pareciese como si yo y ella nos fundiéramos, y viajáramos convertidos en una sensual neblina sin contorno, cuyo único afán es vagar por ahí. Starless de King Crimson es para mí una canción especialmente exquisita para fundirse y salir a teñir el mundo de gris. Primero los árboles, por que requieren de más cuidado. Cada nudo, cada hoja, cada trozo de corteza necesitan de un matiz particular para convertirse así en maravillosos objetos de melancolía. Los edificios no necesitan más que una pasada descariñada, pues en esencia ya son fríos y hostiles. Y así con cada una de las cosas, un toque negro por aquí, una pincelada grisácea por acá…hasta que la ciudad termina totalmente cubierta por un manto de tonos grises. Trabajo terminado. ¿Y ahora qué? Aún quedan enormes extensiones de tierras solitarias. Ahí se puede correr y gritar, aunque como neblina eso no es posible. La única alternativa es expandirse rápidamente, como una epidemia, al ritmo de un saxo descontrolado. Y así lo hago, y me vuelvo más denso, como queriendo así poder golpear todo a mi paso para descargar mi ira. Y viajo a exceso de velocidad, frenético, como si me persiguiera el diablo, chocando contra los cerros, disgregándome y unificándome nuevamente. Nada detiene esta ira…solo el cansancio. Y como el mundo es redondo, llego nuevamente a la ciudad, fatigado, vagabundo, y a pie. Porque, tarde o temprano, hay que adoptar una forma humana, y desembarazarse del manto nebuloso, como si fuera una piel vieja, y dejarlo atrás. Y así camino por la ciudad, la cual de a poco va adoptando tonos más alegres, como si el amanecer llegase tímidamente, asomándose entre las esquinas. Recorro viejos callejones, amplias avenidas, me abro paso entre multitudes, con paso cansado, y finalmente diviso mi cubil a lo lejos. ¡Cuánto lo extrañaba! Llego a él, preparo algo de comer y me siento a pensar en todas esas cosas que hacen que uno se enoje consigo mismo, y en cómo mierda resolverlas. Y, por supuesto, cambio la música.


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